martes, 1 de septiembre de 2015

Y ahí, bajo mi lengua,
el gusto a hormigas del café
de ciertas estaciones de servicio
gasolineras en la ruta desvencijada.
Y en la pared de los baños tu nombre
escrito a las apuradas con el lápiz de ojos.
Vamos a curtir sin fin las carreteras punteadas de postes
polvorientos atajos empañan el retrovisor.
Hay una botella en la guantera
y cada tanto
un pequeño trago nos desliza
hacia la conciencia vidriosa de la tarde.
La casetera deja escapar interminables solos de guitarra
y una armónica
empuja velozmente hacia los costados la nada.
El chevy hace ruidos al enfriarse
y los asientos contra mi cara huelen a caballos y a nafta.
Vos sudoroso y de algún modo ausente
reproducís la mueca de la combustión.
Nos acomodamos la ropa. El pelo.
Das vuelta el casete, enciendo un cigarro.
Un alambrado, un cartel que dice Ranchos.
Vamos con los ojos cerrados.
Vamos hacia el sol, con la capota baja.

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