jueves, 24 de junio de 2010

los blancos





cuando me acerco al pasado pierdo fuerza
me estabilizo en alguna isla moderadamente fértil
algo móvil con marcas emocionales a prudente distancia
del sol
ningún abandono
todas las niñitas
todos los padres

sábado, 12 de junio de 2010

poemas de Claudia Diaz




*

Me hago muelle,
 en esta faja de tierra que está más inmediata, que me sucede.
Agua arrimada, al amparo: ajena.
 Seguirme perdida.
Y así mismo, disimular las rarezas que ya no causan
 mis alas aceitunadas,
 para nadar holgada,
 para correr las olas grandes y brillantes,
 para no oír el ruido que hacen cuando rozan. Crujir.

En vano, la fatiga me empapa el vestido,
y la lluvia se empapa en la tierra.
He tratado de cruzarme
aún con mis botitas impermeables, paqueta – descuidada.
Dónde un caballito de totora que me lleve,
 por la vertiente más más verde.
 Dónde la espalda de la hormiga pluvial, casi blanca, para viajar.
 O acaso, vendrá una jauría de hipocampos a socorrerme,
 a terminar la escena del puente, a desarmarme.

Atraviesa el tiempo de formar la madeja.
 Ahogue la planta y me sumergí.
 Empacada, puedo ser redonda, puedo ser pez.
Puedo ser la única que salta oblicuamente,
 dejando en el medio algo, una cosa.

*

Estación lluviosa. Ahí vos, bajo el diluvio abatido y la lógica. Interoceánico, todo, todo celeste. Y eso, y yo lo prefería incluso, cuando era lo del puesto de diarios a la madrugada. Mejor, si se parecía al color de la esmeralda. O al verde botella, que es como si fuera seda de vitró. Para poder camuflarme en el esperantismo absoluto. O en el festejo de la vendimia. O capaz, al naranja. Pero vino así, con el rostro lleno de mucha redondez, negando en vaivén, mareado. Y yo no pude decir nada. No pude decir yo quiero hacer eso, quiero titilar de colores por la alfombra, parpadeando y continuarme continuada en una curva, como un arco acristalado hecho solo con la intuición de los pies. Batallas con ocas, tierra. Y eso me pasa, de mucho querer poner lejos: la abreviatura. Tanto raro, tanto emparchado. Trato. O lo que da igual. Intento, poder disolver una voz en una torta de manzana invertida. Son otras. Las tristes murmuraciones de una silla. Claro, hay una puerta a cada lado de la interpretación. Y mientras sea así, yo puedo mezclar todo. Puedo mezclar: la alfombra, el macramé, lo rojo, lo editado, la pulpa, el fervor, lo voraz, la almohada, lo feroz. Todo en una bocanada.

*



Imágenes recogidas en el fondo de un acuario


Abro mi risa como infusión a las flores, pura y desmedida. Entonces me lleno de agua, floto descubro el plan del buque, sus ruedas enmolinadas. Mantengo los ojos abiertos y grandes para fotografiar las palabras celestes de leones marinos o rostros inundados que intentan decirme algo como largando vocablos por la nariz.

                                                               Con el rostro verde de tristeza marina.
                                                                                                            (Jack Kerouac. En el camino)