Las imágenes del recuerdo aparecen en el día vacío de tiempo.
Si miramos desde esa perspectiva puede ser.
Digamos que si. Pero de todas maneras pregunto:
En qué espacio de tu boca podré entrar yo entera.
En qué hueco podrías guardarme hasta que pase la tormenta
Cuánta virtud serena. Orilla humeante.
Ahí en esos momentos.
Ahí te busco.
En qué lugar ubico entonces la percepción del rostro que no habla.
A qué alturas llego para gritar mi nombre. Tu aliado.
Soy un antílope de pelos duros,
Cubierto de escamas rocosas que me protegen del frío.
Ahí está nuestra esencia. Ahí el ruido de lo alado.
Mi cuerpo se tiende bajo la luna.
Veo tus palmas abiertas.
Casi tomas mi espalda toda en tus manos
Y emerjo como una ninfa que recién despierta.
Retomo de tus pies el fervor del aura.
Una criatura.
De esas que saben ver en los ojos
Algún estado de lo real.
En cuál de todos los capullos he dejado mi libertad de hielo.
En qué recoveco dejé la virgen muerta.
He rozado los alelíes brios
Adelante la ríspida respuesta del santo.
Así que éramos.
Qué jolgorio
Qué algarabía preciosa.
Justo después de la espera de tu cuerpo.
Como la ola de sal blanca
Casi una sumergida profunda. Tocar el fondo de la pileta subir y el aire entra.
El río surgente desde los silos dorados que retoma la vuelta.
Adentro la fuerza de mil leones rozando las bocas.
Flotan mis pies en el mar.
El agua no termina. Se abre el río.
Desde el extremo de aquel puente puedo ver tu mano
Tu boca viva. Un cielo se abre delante.
Los crisantemos de pétalos viejos se vuelan por los recovecos la luna la tierra.
Hay caracoles que toman mi sueño, y de los miles de deseos
Algunos se posan sobre la fuente.
Hay un cruce más allá. Todavía veo tu mano sobre la mía.
Y adonde podré ir.
Cuál es el recurso. La persecución del suelo. La ladera rocosa llena de sol.
Espero tu mano como la garra del león.
Tu cuerpo abierto un minotauro recién nacido.
La luna sondea el camino.
Una especie de irrupción
Un destello al aire. Claudicar el devenir. En cuántas visiones,
Encaramada y los muelles se siguen abriendo.
Adelante. La sola paciencia retoma el decir de lo ideal
Se trata de los cuerpos.
El surgimiento de la égida del amor.
La batalla de los cuerpos en espera del vencer.
Las espadas de los augurios filosos que retoman el río.
Viendo tu vientre despierto solapado tu espacio desnudo lo tomo.
Toco tus manos abiertas y mantengo el clamor.
Como si dejara mi voz grabada en un cassette.
Para que la tome el mar y te la lleve rotunda, armada herrera
De metal de plata de hierro duro.
La ola ha crecido tanto que esta vez si nos tapa.
Esta vez si la ola nos separa de la tierra.
¿Y si es ahí?
En el hueco más hondo de las palabras dónde está el inicio
El comienzo concreto. El día claro.
La creación.
De plegarias se ha hecho el mundo.
De la búsqueda,
De lo que no conforma.
La aurora color verde. El punto.
Cascada surgente.
Aleteo previo en las horas venideras.
Delante de mí como una posibilidad posible.
Como el estero poblado de girolas de girasoles de camelias oscuras.
Casi dejo mi mano sobre tu cuerpo pegada.
Casi un minotauro sobre mi cuerpo. Reconociendo.
Entre el espacio de la noche y el agua que cae estamos tendidos.
Y en cuál de todas las esquirlas de oro que veo tiradas sobre la arena blanca
Está tu mano abierta bajo mi cuerpo libre.
A algún espacio marítimo he de ir a parar
Cuando explote la tierra de tanta pisada.
Cuando se abra en dos dejando salir todos sus secretos.
Mi cuerpo yacerá tendido en algún costado de ese cielo.
Todo en última instancia se debe a la resolución meticulosa del tiempo.
¿Me ves?
Me he vuelto una especie de yaguareté ardiendo
Un extremo del augurio.
Del contraste vital de los cuerpos.
Casi son tambores marcando el ritmo.
Entonces dónde descanso, en qué orilla
Tumbo mi espalda para que la tierra me alimente.
Imagino que de noche los lobos se bañan de luna
Sus pieles serenas se tiñen de blanco.
Desde donde abordo el cielo tan destapado.
Los inútiles decires de una estela.
De bordes de piñatas regurgitando
De insolentes pisadas nocturnas.
Un sapo lento transpira el calor del verano
Delante mío esta tu mano moviendo los dedos uno a uno.
Y mi cuerpo espera tenderse bajo tu espacio.
En algún lugar estabas esperándome
Menos mal que te vi.
Inicio. Seré el santo.
Serás el Dios que toma mi frente y la besa.
Quedo bendecida.
Mariposa de otoño. Bitácora de luz espesa.
Toma mi cuerpo y elévalo.
Que hay de mí cuando te percibo por primera vez.
Que hay de mí.
De luz, de retazos de historia, de mielina brillante.
De golpe se abre el sendero el campo de grillos testigos.
La marea sube, la marea se agita y yo dentro.
Es como si me vieras.
Es como si me dieras el empujón.
La presencia.
Como si Dios te hubiera traído.
Como una aureola de luz sobre mí.
Casi primitivo.
Despierto como las flores del hueco del río.
En qué lugar del tiempo lo real es táctil.
Algo vendrá.